miércoles, 20 de octubre de 2010

Fe ciega.

"La fe es la creencia o la confianza en la verdad o la fiabilidad de una persona, idea o cosa ante la ausencia de evidencia". Así la definen muchos diccionarios y así es como la entendemos la mayoría de los mortales. Es un clásico de nuestros abuelos, cuando algo no sale bien siempre dicen: "tienes que tener un poco más de fe..." ¿ Sabéis que? ¡A la mierda la fe! No es que me haya vuelto loco o que en estos meses que he estado ausente (mil disculpas) me haya vuelto escéptico e hipócrita. Es que cuesta levantarse por las mañanas, leer los titulares y seguir manteniendo la fe en la humanidad, la religión...Voy a explicarme para que no me tacheis de zumbado.

A lo largo de los años la fe ha sido fuertemente asociada a las religiones, ya que la mayoría de éstas requieren un acto voluntario de aceptación de una verdad difícilmente demostrable. Una de las más aceptadas es el catolicismo, que basa sus enseñanzas en el perdón, la humildad, la verdad... pero como pasa con la mayoría de las cosas en este mundo, se ha extendido tanto que ya nadie sabe exactamente cual era el verdadero propósito. Es como cuando caminas absorto en tus pensamientos y de repente te paras y no sabes muy bien ni a donde ibas. Pues eso es lo que le pasa a la iglesia católica, que ya no sabe muy bien a donde va. Bueno, ahora mismo si sabe a donde puede llegar a ir: a la cárcel.

Y es que Ettore Gotti Tedeschi y Paolo Cipriani, máximos mandatarios del Instituto para las Obras Religiosas (IOR) o como muchos lo llaman "el Banco Vaticano", están siendo investigados por la fiscalía de Roma de un presunto delito de blanqueo de dinero. El señor Tedeschi, un hombre de "fe" muy cercano al opus y que también fue asesor del Banco Santander, autorizó el traspaso de 20 millones de euros a diferentes entidades financieras entre las que se encontraba JP Morgan Frankfurt. En Roma saltaron las alarmas al ver que en las transferencias no se indicaba ni el destinatario ni quien las enviaba, lo cual supone un delito grave que está penado con 3 años de prisión y multas que pueden ascender hasta los 500.000 euros.

De momento la investigación a cargo de la fiscal María Teresa Covatta, ha incautado un total de 23 millones de euros de dudosa procedencia y que están siendo investigados. Sinceramente, a mi me parecen 23 millones de buenísimas razones para tener fe. Es deplorable.

A pesar de que el mundo religioso absorbe casi todo el significado de la palabra fe, existe un lugar donde la fe en tu compañero, en tu superior, es indispensable: el ejercito. Yo no he ido nunca a la guerra y espero no tener que ir (mola mas jugar en la play), pero hacer caso de todo lo que dice un superior es un acto de fe. Si él te dice en medio de un tiroteo que corras; corres. Si él te dice en mitad de un bombardeo que vayas; vas. Si él te dice que dispares; disparas. Y más si quien da las órdenes es Russel Williams, comandante de la fuerza armada canadiense, que con 47 años era (digo era y ahora veréis porqué) el hombre con más proyección en el ejército. Condecorado en numerosas ocasiones, incluso fue piloto de la reina de Inglaterra en una visita que hizo a Canadá. Pues bien, ahora mismo se encuentra en el banquillo de un tribunal acusado de nada más y nada menos de: violar reiteradamente y matar a la soldado Marie-France Coneau de 38 años, de violar reiteradamente y matar a la soldado Jessica LLoyd de 27 años, de otras dos violaciones y del allanamiento en 82 domicilios para robar ropa interior femenina.

Que hombres de la posición de Williams o Tedeschi se permiten el lujo de actos como estos me hace perder completamente la fe en la humanidad y en la religión. A veces parece que vivimos en un mundo sacado de una película de Hollywood, un mundo donde los ataques suicidas de la guerrilla fundamentalista en Chechenia pasan indiferentes ante los ojos de medio mundo (claro, no tienen petroleo ni yacimientos mineros), un mundo donde una niña catalana es acosada en facebook por 15 hombres diferentes y acaban violándola y prostituyendola, un mundo donde mi fe se extingue allá por donde miro.